Para
conocer el tipo de vida de los primeros pobladores europeos, también
recurrimos a la Gran Dolina, donde los restos fósiles de
animales y plantas nos darán una idea de su ecosistema, pero
también nos informa de una práctica poco corriente,
o mejor dicho, poco corriente entre los humanos no modernos: el
canibalismo.
El proceso
habitual desde que un organismo muere, de forma natural o fruto
de un acto violento por un depredador, es una cadena que comienza
con el consumo de las partes blandas del individuo acompañado
de desmembramiento y transporte de las diferentes partes esqueléticas.
A continuación sigue la destrucción de las partes
más duras (para acceder al energético tuétano)
a las que solamente contados agentes tienen acceso: las hienas con
la ayuda de sus poderosos premolares, o los quebrantahuesos despeñándolos
desde el aire para astillar las diáfisis
y finalmente los homínidos
con la ayuda de utensilios líticos.
Otros agentes como los microorganismos sapróvoros, el viento
o la lluvia, terminan el trabajo de eliminación del cadáver.
Tras tan larga cadena destructiva se podría pensar que es
imposible que sobreviva ningún fragmento y menos aún
que fosilice y llegue hasta nosotros. Puesto que no es así,
hay que considerar que el conjunto de circunstancias que deben darse
para que un resto llegue a fosilizar son especiales y únicas.
Así ha sido en el caso de Gran Dolina, principalmente porque
se trata de una cueva donde las condiciones se mantienen constantes
o con mínimas alteraciones que ayudan a preservar los restos.
Es habitual que las hienas, por ejemplo, transporten hasta sus cubiles
en cuevas una parte de su presa (como una pata) aunque acarrear
un homínido completo resulta algo increible, y aún
más seis homínidos.
Para que se haya producido la fosilización de más
de 80 restos fósiles de seis humanos de distintas edades,
las circunstancias debieron salirse de lo habitual: una práctica
de canibalismo, y este hecho nos convierte en afortunados.
Estos
restos humanos aparecen mezclados con otros de animales (tanto herbívoros
como carnívoros), todos con marcas de corte realizadas por
cuchillos de piedra (y no por mordeduras). Estas marcas de descuartizamiento
son del mismo tipo en todos los huesos, las que provocaría
un profesional carnicero que conoce bien en qué puntos debe
aplicar el corte para separar el músculo con mayor facilidad,
como vemos en la figura 5.3.10.
Figura
5.3.10 Estas marcas de corte producidas por un útil de piedra
en este hueso humano de la cara son similares a las que provocaría
un profesional carnicero que conoce bien en qué puntos debe
aplicar el corte para separar el músculo con mayor facilidad.
Es
decir, los homínidos que consumieron a esos seis humanos,
no hicieron distinción alguna en cuanto al tratamiento de
su comida. Así queda descartado el canibalismo ritual
y lo más probable es que sencillamente saciaran su hambre:
esto se denomina "canibalismo gastronómico".


Figura
5.3.11 Los restos fósiles de al menos 6 individuos encontrados
en el nivel 6 de la Gran Dolina (Atapuerca) fueron consumidos por
otros seres humanos. Ilustración de Mauricio Antón/MSF.
Su tipo de
vida también queda reflejado conociendo su ecosistema. Es
evidente que no existe un único nicho para toda Europa y
además el último millón de años se ha
caraterizado por sucesivas oscilaciones climáticas. Estos
primeros homínidos
se tuvieron que enfrentar a diferentes momentos críticos
en su dispersión por Europa desde su entrada hace más
de 1 millón de años. No obstante, podemos describir
al menos el ecosistema en el que vivía el Homo
antecessor de la Gran Dolina.
En el estrato
Aurora de TD6 donde se hallaron los fósiles humanos, se registra
una variación de las condiciones climáticas desde
más xéricas hacia más húmedas. Además
están presentes ciertos taxones típicamente termomediterráneos
como algarrobo, alméz, olivo, lentisco, pistacho y labiérnago,
que nos indican unas características climáticas más
bien cálidas con algo de humedad.
La fauna que
acompaña a los homínidos
de TD6 es muy similar a la que se encuentra en cualquier otro lugar
de Europa en ese momento: elefante, hiena, rinoceronte, zorro, caballo,
lobo, lince, ciervo, oso, gamo, armiño, corzo, bisonte, ciervo
gigante, jabalí, jaguar y tigre dientes de sable. Este tipo
de asociación no se encuentra en ningún ecosistema
actual. Aparecen mezclados animales que aún persisten en
los bosques europeos, con otros actualmente limitados al continente
africano. Además hay un taxón
cuyo descendiente sólo vive hoy en América, el jaguar,
y otro ya extinguido en el planeta, el tigre dientes de sable. Estos
animales nos dan una idea de lo que cazaban estos seres humanos
y también de con quién competían por sus presas.
Probablemente no sólo con los tigres dientes de sable y los
jaguares sino con grupos de hienas.
La población
de Homo antecessor europea continúa su evolución
y da origen a una nueva especie:
Homo heidelbergensis.
Ésta
es una de las especies humanas fósiles que mejor conocemos
dado que está presente en diversos puntos de Europa. Sin
embargo, a pesar de esta relativa abundancia, es gracias a un yacimiento,
La Sima de los Huesos (en Atapuerca), por lo que hoy conocemos bien
a estos homínidos
del Pleistoceno
medio.
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